¿EL AOVE SE DETERIORA CON EL FRÍO?

Durante los meses de frío es común encontrar aceite de oliva virgen extra con un color peculiar y una textura grumosa o coagulada. ¡No hay de qué preocuparse!

¿Cómo afecta el frío al AOVE?

Al igual que ocurre con el calor, el frío también puede afectar a algunos alimentos cotidianos, como pueden ser las frutas, verduras y hortalizas. Pero, ¿qué ocurre con el aceite de oliva virgen extra?

Durante los meses de frío es común encontrar en tiendas y supermercados botellas o garrafas de aceite de oliva virgen extra con un color peculiar y una textura grumosa o coagulada, pudiendo llegar a causar rechazo o desconfianza entre los consumidores.

Esto se debe a las bajas temperaturas, ya que cuando se alcanzan temperaturas inferiores a los 18°C algunos triglicéridos solidifican. No obstante, esto no afecta en absoluto a la calidad del AOVE. Por tanto, no se verá adulterado el olor o el sabor, ni tampoco las propiedades nutricionales. De hecho, el aceite volverá rápidamente a su estado líquido habitual cuando lo atemperemos.

Un ejemplo ilustrativo: Agua vs. AOVE

Para entenderlo mejor, haremos una breve comparativa entre el agua y el aceite. El agua, si es potable, está compuesta por un único tipo de moléculas (H2O). Cuando la temperatura desciende a 0ºC, todas estas moléculas van ralentizando su movimiento, hasta detenerse y formar un bloque sólido.

Sin embargo, con el AOVE no ocurre lo mismo, ya que está compuesto por multitud de asociaciones de diferentes ácidos grasos (triglicéridos), mayormente ácido oleico (75-80%), polifenoles y otros compuestos químicos, y cada uno de ellos tiene diferentes temperaturas de congelación.

Cuando se alcanzan bajas temperaturas, el AOVE presenta una serie de agrupaciones esféricas sólidas que se pegan en la pared de la botella o garrafa o se depositan en el fondo del envase debido a la solidificación desigual de sus componentes.

¿Se puede consumir el AOVE «afectado» por el frío?

En conclusión, el «congelamiento» del aceite de oliva virgen extra es simplemente un proceso físico normal que no influirá en la calidad del producto y, por tanto, no le restará valor nutricional ni gastronómico.

Así que, si te encuentras con algún aceite de oliva virgen extra con esta particular apariencia, ya sabes que puedes comprarlo y consumirlo sin preocupaciones.

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